EN SÍNTESIS
Cuando la Spring Revolution paralizó a Francia por estudiantes de -izquierda- colapsaron a la sociedad parisina y de casi toda Francia, el entonces Presidente Charles de Gaulle,
interrumpió su visita a Canadá, regresó, negoció y retomó el control. Inmediatamente después
llamó a su Ministro de Educación Superior y le preguntó:
“¿Cuántos estudiantes tenemos becados en la (entonces) ¿Unión Soviética y sus naciones satélites?”
“Menos de 1000 Sr. Presidente”. De Gaulle, procedió ¿y en USA, Canadá, y el Reino Unido?
“Más de 20,000”
Sus instrucciones fueron tan insólitas como sabias.
“Sr. Ministro, hágame el favor de becar a más de 50,000 estudiantes para países comunistas.”
Los participantes estaban perplejos. El silencio lo rompió el Ministro de Educación Superior.
“Pero, Sr. Presidente, el reciente conflicto lo han causado estudiantes de izquierda incitados por comunistas y ¡ahora nos pide que los ayudemos mandando estudiantes para adoctrinar por esos alborotadores!”
De Gaulle no solo era un gran estadista y había resistido la invasión alemana de su Patria,
era un viejo zorro que sabía ir vs la lógica siguiendo principios micropolíticos.
“PRECISAMENTE”, respondió. “Los estudiantes no son imbéciles, sabrán distinguir la miseria, mentiras y abusos que se usan en esas naciones que son pura teoría, mucha retórica y cero prácticas. Nadie que conozca la realidad del comunismo luchará por esa panacea”.
COMPARANDO A TRUMP CON DE GAULLE
Los movimientos procomunistas se diluyeron prácticamente en las décadas siguientes en Francia.
De Gaulle tuvo razón. Supo jugar con inteligencia micropolítica allí donde otros habrían reaccionado con represión. Este episodio histórico cobra nueva relevancia ante la actual embestida de Donald Trump contra Harvard y sus estudiantes internacionales.
Trump, en lugar de construir puentes con los futuros líderes del mundo, los hostiga y los expulsa. Donde De Gaulle sembró libertad para desarmar el dogma, Trump cultiva miedo para imponer obediencia.
Allí donde el estadista francés apeló al juicio y la experiencia de los jóvenes, el expresidente estadounidense apela al castigo y la censura.
En suma, Trump no solo no es Charles De Gaulle; es, en términos micropolíticos, su reverso exacto. El uno creía en la inteligencia; el otro teme al pensamiento libre. El uno abrió ventanas al mundo; el otro baja cortinas y tranca puertas. Y como enseña la Micropolítica, quien combate el conocimiento con decretos, termina derrotado por la historia.
CERRANDO PUERTAS
Cuando una potencia como Estados Unidos decide cerrarles la puerta a los estudiantes internacionales, especialmente a los de Harvard, no estamos ante una simple política migratoria: estamos frente a un acto de micropolítica estratégica en su forma más cruda. El reciente anuncio del presidente Trump de impedir la entrada al país a los estudiantes internacionales de Harvard es un movimiento calculado —y profundamente simbólico— que pone en juego no solo el poder del Estado, sino también las tensiones invisibles entre conocimiento, soberanía y control ideológico.
La Micropolítica de la Venganza
La decisión no surge en el vacío. Como señala el propio artículo del New York Times, se trata de un acto personal contra una institución que ha sido históricamente crítica de Trump y que representa, a los ojos de su movimiento, una élite ilustrada “enemiga del pueblo”. La medida, más que proteger intereses nacionales, castiga el pensamiento libre y coloca a Harvard como blanco de una campaña de represalia encubierta en lenguaje legal.
Aquí se activa un principio clave de la Micropolítica: “El poder no siempre busca convencer, a veces busca humillar.” Este es un ejemplo clásico de represalia estratégica, donde el castigo se dirige no tanto a los culpables, sino a los símbolos del desacuerdo.
EL VALOR DE LOS CEREBROS DEL MUNDO
Lo que el presidente ignora, o pretende ignorar, es que cada estudiante internacional que llega a Harvard no solo representa una matrícula. Representa un puente entre civilizaciones, un acto de confianza global hacia los valores democráticos y académicos de Estados Unidos. Que el mundo envíe a sus mejores cerebros a esta nación, y especialmente a Harvard, es un testimonio del poder blando que todavía conserva este país.
Desde la Micropolítica, podríamos decir que estos estudiantes son agentes diplomáticos no oficiales, canales de influencia, futuros líderes que recordarán con admiración o con horror el trato que recibieron aquí.
ESCENARIOS FUTUROS: ¿Y SI SE VAN?
La pregunta no es retórica: ¿qué ocurre si miles de estudiantes extranjeros deciden irse a Canadá, Europa o incluso a China? Se activaría un efecto dominó en la economía del conocimiento. Menos talento, menos patentes, menos intercambios culturales. El país se empobrecería en ideas, diversidad y visión global.
Este sería un clásico caso de lo que en Micropolítica se conoce como “perder ganando”: ganar una batalla ideológica (imponer la voluntad sobre Harvard), pero perder el ecosistema intelectual que hace fuerte al país.
ESTRATEGIAS DESDE LA MICROPOLÍTICA
Frente a esta ofensiva, Harvard y otras instituciones deben activar estrategias de poder no convencionales:
1. Construir alianzas internacionales que den visibilidad a este ataque y lo enfrenten desde foros globales.
2. Empoderar a los estudiantes internacionales como voceros en sus países de origen, creando una red de resistencia académica y ética.
3. Usar el “Poder de la Humildad”, mostrando que no se responde con odio sino con superioridad moral e intelectual.
4. Redefinir el relato público: que no se vea como una defensa de una élite, sino como la protección de los derechos de miles de jóvenes talentosos.
5. Apelar al principio del menor interés: demostrar que Harvard no gana dinero ni prestigio inmediato con estos estudiantes; los recibe por convicción académica.
CONCLUSIÓN
Trump no solo intenta cerrar las fronteras físicas. Intenta cercar el pensamiento crítico, reemplazando el disenso con obediencia. Su acción contra Harvard es, en realidad, una acción contra el modelo de universidad como espacio de libertad global.
Pero como enseña la Micropolítica, los actos autoritarios que nacen del miedo son los que más rápido se desmoronan. Porque al final, la batalla por el conocimiento no se libra en la Casa Blanca, sino en cada aula donde se sigue enseñando a pensar.
El Dr. Alfredo Cuéllar es el padre de la Micropolítica, académico internacional y profesor jubilado de Fresno State. Informes y comentarios: alfredocuellar@me.com
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