Shopping cart

Magazines cover a wide array subjects, including but not limited to fashion, lifestyle, health, politics, business, Entertainment, sports, science,

TnewsTnews
Invitado

Los nuevos templos

Email :98

Códigos de poder
David Vallejo

En pleno desierto de Nevada, donde antes se erguían catedrales de roca y polvo, hoy se levantan los nuevos templos del mundo: silenciosos, sin vitrales, sin campanas, sin fieles… pero custodiando el alma de nuestra civilización digital. Son los centros de datos, esos complejos que no generan likes ni contenidos, pero donde todo ocurre. Si desaparecieran un segundo, colapsarían los bancos, los gobiernos, la memoria colectiva y hasta las conversaciones íntimas. Son invisibles, pero sostienen el mundo.

Estados Unidos ya cuenta con más de 5 400 centros de datos. En 2023, consumieron 176 teravatios-hora, equivalentes al 4.4 % de toda la electricidad nacional. Proyecciones oficiales apuntan a que para 2028 ese consumo crecerá hasta entre 325 y 580 TWh, es decir, hasta el 12 % del total nacional. No es ciencia ficción: ya se han presentado más de 1 240 solicitudes para nuevos centros y se estima que representan más del 40 % del crecimiento eléctrico previsto en la década. Lo que fue una industria de datos, se está convirtiendo en una industria energética.

La razón es clara: la inteligencia artificial lo ha cambiado todo. Si antes un centro de datos podía ser una oficina discreta para almacenar correos y fotografías, ahora son colosos eléctricos entrenando modelos lingüísticos, simulaciones genómicas y ciudades enteras en realidad aumentada. Tan sólo en 2023, la demanda creció a 21 GW de carga continua, y se espera que supere los 35 GW en menos de cinco años. Como referencia: eso es más de lo que consume todo el estado de Nueva York. El corazón digital late, pero necesita voltios. Muchos.

Y es en ese contexto donde Nevada emerge como un epicentro silencioso. En el Tahoe Reno Industrial Center —un complejo tan grande que podría tragarse a Manhattan y aún le sobraría espacio—, gigantes como Switch, PowerHouse Data Centers y Google están instalando auténticas ciudades de servidores. PowerHouse desarrolla 30 nuevos proyectos en varios estados (incluido Nevada) que suman 2.3 GW de potencia. Switch ya opera 130 megavatios y proyecta llegar a 650 MW, mientras Google adquirió más de 1 200 acres para expandirse. Aunque no existe un solo campus de 3 GW, la suma de todos estos proyectos en la región sí alcanza y supera ese umbral. El desierto, antes un vacío, ahora es núcleo.

¿Y México? Aunque todavía camina detrás, ya respira el mismo aire. Según el clúster nacional MEXDC, el país cuenta con 109 centros de datos en operación, 21 en construcción y 7 anunciados. Su consumo actual ronda los 112 megavatios, pero ya hay proyectos comprometidos que sumarían más de 1 000 megavatios adicionales en los próximos cinco años. En Querétaro, el principal hub nacional, se concentran 160 MW operativos y al menos 600 MW más en construcción. El mega campus de ODATA QR03, por ejemplo, planea aportar 300 MW desde un solo sitio.

Se estima que el mercado energético de centros de datos en México alcanzará 469.5 MW hacia 2030, con un valor cercano a los 660 millones de dólares anuales. El país está frente a una oportunidad única: convertirse en nodo latinoamericano de procesamiento, almacenamiento y nube. Pero el gran reto es garantizar la disponibilidad de agua y energía en zonas que enfrentan presiones crecientes. El Bajío, por ejemplo, enfrenta un estrés hídrico alarmante, mientras la capacidad de generación eléctrica y transmisión en varias regiones avanza con rezago respecto a la demanda. Si no se abordan estos cuellos de botella, el auge digital puede quedarse sin cimientos físicos.

Pero hay un dilema: los centros de datos no sólo almacenan datos. También almacenan decisiones. Son, literalmente, la arquitectura del poder invisible. Determinan qué se entrena, qué se calcula, qué se simula. Y sobre todo, qué se recuerda. Cuando un país aloja los cerebros digitales del planeta, no sólo ofrece tierra: ofrece soberanía. Controla, aunque sea en silencio, los cimientos del conocimiento, del comercio, de la inteligencia artificial.

Por eso, la discusión energética además de técnica es geopolítica. ¿Quién va a alimentar esos templos? ¿Con qué energía se entrenan los algoritmos que definen los precios del trigo, las rutas del transporte o el diagnóstico de una enfermedad? Hoy, más del 60 % de la energía que consumen los data centers en EE.UU. proviene de combustibles fósiles. Eso representa un gasto sanitario y ambiental superior a los 9 mil millones de dólares al año. A medida que crecen, se convierten en una paradoja: el cerebro del futuro funciona con el pulmón del pasado.

La transición hacia centros de datos sostenibles es urgente. Algunos lo entienden: México planea que casi la mitad de su infraestructura digital en 2030 opere con energías renovables. Nevada, por su parte, tiene sol, tiene viento y tiene espacio. Pero aún necesita líneas de transmisión, incentivos correctos y una visión nacional. De lo contrario, se repetirán errores: usar electricidad fósil para alimentar cerebros artificiales que prometen salvar el planeta.

En el fondo, estamos construyendo los monasterios del siglo XXI. No rezan, pero calculan. No cantan, pero almacenan voces. No sueñan, pero hacen que otros sueñen. Su alimento es eléctrico, su lenguaje binario, su credo: eficiencia y velocidad.

¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA y la disponibilidad energética lo permiten.

Placeres culposos: Mundial de clubes, sobre todo el juego del Real Madrid vs PSG.

Un buen cóctel de camarones y ceviche peruano para Greis y Alo.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Related Posts