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Alfredo Cuellar

La inteligencia artificial y la educación

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EN SÍNTESIS

 

La imagen se repite en decenas de escuelas de Estados Unidos y el mundo: profesores frente a grupos cada vez más diversos, planeando clases, calificando tareas y redactando reportes con la ayuda de “asistentes virtuales”. Lo que hace apenas un lustro parecía ciencia ficción, hoy es parte de la rutina: chatbots, generadores de textos y sistemas de tutoría automática se abren paso en el corazón del aprendizaje.

 

Pero ¿qué tan profundo es su impacto? ¿Podemos decir que la Inteligencia Artificial (IA) revolucionará la educación o solo perfeccionará viejos problemas?

 

 

Una avalancha imparable

Según The New York Times, distritos escolares de EE. UU. han duplicado en un solo año la capacitación de maestros para usar IA, mientras gigantes como Microsoft, Google y OpenAI lanzan programas para insertar chatbots (si usted no sabe que es un chatbot, no se sienta mal, son los programas de IA a los que uno les hace preguntas y consultas) en escuelas públicas y universidades. Solo la Universidad Estatal de California acaba de firmar un contrato de $17 millones para que sus 460,000 estudiantes tengan acceso a ChatGPT.

 

Khan Academy, pionera en aprendizaje online, ahora usa IA para agrupar alumnos por nivel y resolver dudas al instante. Y plataformas como Google Gemini se emplean en escuelas de Kelso, Washington, para tareas de investigación y redacción. La narrativa es la misma: si no se adopta la IA, los estudiantes “quedarán atrás” en la economía del futuro.

 

El propio gobierno federal impulsa esta tendencia. A inicios de 2025, se emitió una orden ejecutiva para expandir la IA en todas las etapas educativas. La promesa es modernizar el sistema y preparar a los niños para la “revolución tecnológica” que se avecina.

 

 

Lo que dicen los expertos

Pese al optimismo de las grandes tecnológicas, investigadores como Julia Kaufman, de RAND Corporation, advierten: aún no hay evidencia robusta de que los chatbots mejoren el aprendizaje de forma significativa. De hecho, el precedente de los programas de laptops masivos en los 2000 muestra que la tecnología, por sí sola, no garantiza mejores resultados.

 

Un metaanálisis de la Universidad de Michigan revisó más de 10 estudios sobre “uno a uno” (un dispositivo por alumno de IA) y halló mejoras pequeñas, principalmente en escritura y ciencias, siempre y cuando los docentes integraran la herramienta a su pedagogía. Sin capacitación ni rediseño curricular, la brecha digital se amplió.

 

Hoy la duda se renueva: ¿qué pasa cuando la IA no solo distribuye información, sino la genera?

 

 

Nuevas oportunidades

No todo es incertidumbre. Organizaciones como UNESCO y OECD destacan el potencial de la IA para personalizar la educación, ajustando contenidos al ritmo de cada estudiante. La Universidad de Helsinki ha probado modelos donde la IA diagnostica lagunas de aprendizaje y recomienda recursos específicos. Corea del Sur avanza en tutorías virtuales basadas en IA que ayudan a estudiantes rezagados.

 

Un estudio piloto en los Países Bajos mostró que chatbots bien diseñados pueden reducir la ansiedad de preguntar en clase y fomentar la participación de alumnos introvertidos. Además, la IA puede liberar tiempo a los maestros para enfocarse en tareas complejas: creatividad, debate, atención emocional.

 

 

Los riesgos éticos y de privacidad

Pero este futuro reluciente viene con sombras. En primer lugar, la dependencia excesiva. ¿Qué ocurre cuando un niño confía más en un bot que en su maestro? ¿O cuando usa IA para hacer tareas sin comprender nada?

Segundo, la privacidad de datos: millones de perfiles de menores quedan expuestos a algoritmos corporativos, a menudo sin control local suficiente. Dicho de otra manera, los chatbots pueden convertirse en sistemas de espionaje. Y, por último, la desigualdad tecnológica: no todos los distritos pueden costear suscripciones o infraestructura. Ni hablemos de las diferencias entre naciones.

 

 

¿Qué podemos esperar?

Lo cierto es que estamos ante un experimento global que apenas comienza. Como señala The Times, hay más preguntas que respuestas. La IA promete transformar la educación, pero la clave seguirá siendo humana: la capacidad de cada comunidad educativa de diseñar políticas claras, capacitar docentes, integrar la ética digital y garantizar la equidad.

 

En palabras de la UNESCO: “La IA en educación no sustituye a los maestros, los hace más indispensables que nunca.”  Pero me temo que la UNESCO tiene un aire de moralidad fingido, puesto que el sentido más común nos dice que la IA ha llegado para quedarse.  Los estudiantes necesitan oír que los exámenes se harán sin ayuda de la IA.

 

Conclusión

Corremos el riesgo de crear aulas dependientes de algoritmos, más distraídas y menos críticas. Muchos profesores de corte -antiguo- prefirieron jubilarse que reinventarse a través de la IA. El futuro de la educación no está en la pantalla, sino en la interacción entre mentes humanas y máquinas inteligentes, con la mirada puesta en el bien común.

 

 

Referencias usadas:

 

  • UNESCO (2023). Artificial Intelligence and the Futures of Learning.
  • OECD (2024). AI and the Future of Skills.
  • RAND Corporation (2024). Teacher Use of AI Tools: National Trends.
  • The New York Times. Evan Gorelick, A.I. in the classroom (2025).

 

 

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