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Alfredo Cuellar

La educación: La Estrategia Olvidada para Transformar Sociedades

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EN SÍNTESIS

Cuando la política ahoga a las aulas,

el futuro se paraliza

 

Hace más de 30 años impartí, junto al Dr. Fernando Pérez Correa, el curso Educación y Cambio Social en Harvard. Hoy, al mirar el panorama global, veo cómo la democracia, la cohesión social y el crecimiento económico enfrentan una amenaza silenciosa: el debilitamiento deliberado de la educación por parte de gobiernos populistas —de izquierda y derecha— que reducen presupuestos, desacreditan universidades y hostigan a quienes enseñan a pensar. En sus manos, la educación no es motor de progreso, sino un obstáculo incómodo.

 

Desde Donald Trump en Estados Unidos hasta Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum en México, pasando por Jair Bolsonaro en Brasil y Viktor Orbán en Hungría, y muchos más, se repite el patrón: recortes sistemáticos, ataques a la autonomía académica y campañas para desprestigiar la investigación. Para estos líderes, la educación es, en el mejor de los casos, un mal necesario; en el peor, una amenaza a su proyecto político.

 

Claro que la educación por sí sola no basta —Cuba, con un 99.7 % de alfabetización, sigue con una economía estancada—, pero sin educación de calidad, inclusiva y estable, no hay movilidad social, innovación ni democracia duradera.

 

Este artículo revisa la visión transformadora de la educación como el agente más eficaz de cambio social y la estrategia democrática más genuina, hoy sometida a un asedio sin precedentes.

Evidencia: invertir en educación sí funciona

Los datos internacionales son contundentes:

  • Competencias que impulsan economías. Países que elevan las habilidades cognitivas de sus estudiantes —más allá de la cobertura— logran tasas de crecimiento más altas y sostenidas, como muestran los investigadores Hanushek & Woessmann.
  • Retornos directos. En la OCDE, quienes completan educación terciaria ganan casi el doble que quienes no terminan la media superior y tienen tasas de empleo más altas.
  • Calidad medible. Singapur, líder en PISA 2022, es también una de las economías más dinámicas; no es coincidencia.
  • Movilidad social. Noruega y Suecia, que invierten entre el 6.5 y 6.9 % del PIB en educación, encabezan el Índice de Movilidad Social del WEF.

México, en contraste, destina 4.2 % del PIB a educación —por debajo del promedio de la OCDE (4.9 %)—, con gasto por alumno bajo y resultados que perpetúan la desigualdad. Las reformas recientes, como la Nueva Escuela Mexicana, no han fortalecido la preparación docente ni el uso de datos para evaluar políticas, debilitando la capacidad de mejorar.

Cuando el populismo mira a las escuelas como enemigas

El populismo, sin importar su signo, desconfía de la academia y busca controlarla:

  • Estados Unidos: Trump ha amenazado con cerrar el Departamento de Educación y recortar fondos a universidades con programas de diversidad e inclusión. En Texas, la ley SB 17 prohibió oficinas de DEI en universidades públicas, provocando más de 100 despidos.
  • México: En 2020 se eliminaron 109 fideicomisos para ciencia y cultura, y el gasto educativo sigue por debajo de lo necesario. Aunque Claudia Sheinbaum elevó al antiguo CONACYT a Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación —un gesto simbólico de mayor jerarquía—, en la práctica continuó y profundizó la tendencia de recortes heredada de López Obrador: el presupuesto 2025 es 3.7 % menor que en 2024, equivale apenas al 0.16 % del PIB (mínimo desde 2008) y mantiene a los Centros Públicos de Investigación con recortes severos y programas reducidos a menos de un tercio de los que había en 2015.
  • Brasil: Bolsonaro anunció recortes de hasta 30 % en universidades federales.
  • Hungría: Orbán presionó legalmente a la Central European University hasta forzar su salida de Budapest.

Estas acciones no solo reducen recursos; erosionan la autonomía académica, la investigación y la formación de capital humano. Como escribí al inicio: cuando la política asfixia la educación, el futuro se paraliza.

Calidad y alcance real

No basta con sumar años de escolaridad si la enseñanza es deficiente o no rompe las barreras de clase.

En muchos países, las mejores escuelas y universidades siguen reservadas para élites, reproduciendo un sistema de castas moderno. Esto perpetúa el ciclo que describe David Brooks en EE. UU.: niños de familias ricas inician la escuela con ventaja, la amplían en primaria y llegan a la universidad con brechas casi imposibles de cerrar para quienes nacen en pobreza.

Agenda para recuperar la fe en la educación

Si queremos que la educación vuelva a ser la mejor estrategia de cambio social y equidad, necesitamos un pacto global y nacional que supere la política partidista y devuelva el rumbo a las naciones:

  1. Blindar presupuestos educativos con metas mínimas (4–6 % del PIB y 15–20 % del gasto público) protegidas contra recortes políticos.
  2. Obsesión por la calidad, con metas explícitas en PISA y evaluaciones nacionales, más tutorías intensivas en zonas rezagadas.
  3. Docentes primero: selección rigurosa, formación continua de excelencia, condiciones dignas, liderazgo escolar profesional, capacitación en tecnología y uso pedagógico de la inteligencia artificial.
  4. Educación técnica y superior corta para empleos bien pagados sin carrera universitaria de cuatro años, con conexión a sectores productivos y rutas hacia estudios universitarios.
  5. Autonomía y libertades académicas, prohibiendo castigos presupuestales por contenidos o investigación.
  6. Equidad radical: becas, escuelas de tiempo completo, conectividad universal, admisiones inclusivas y educación gratuita como inversión en capital humano.
  7. Incentivos a universidades que mejoren índices de calidad y vinculación social.
  8. Desarrollo tecnológico nacional para reducir dependencia del extranjero.
  9. Políticas basadas en datos, con indicadores públicos de aprendizaje, abandono y empleabilidad por programa e institución.

Conclusión

La historia nos deja tres lecciones:

  1. Aprender más impulsa economías y cohesiona sociedades.
  2. Politizar las aulas y asfixiar la ciencia condena a las naciones.
  3. La educación sigue siendo la estrategia más poderosa para la equidad y la transformación social, y un componente indispensable del desarrollo económico.

Resistir al populismo implica también reformar y fortalecer los sistemas educativos. La verdadera batalla por el futuro no se libra solo en las urnas o parlamentos: se libra cada día en las aulas. Quienes tienen el poder de decidir no pueden seguir mirando hacia otro lado.

Resistir al populismo implica también reformar y fortalecer los sistemas educativos. La verdadera batalla por el futuro no se libra solo en las urnas o en los parlamentos: se libra cada día en las aulas.

Un artículo como este no cambia nada, pero inspira a los que pueden hacerlo.

 

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