Shopping cart

Magazines cover a wide array subjects, including but not limited to fashion, lifestyle, health, politics, business, Entertainment, sports, science,

Invitado

El Netflix de la inteligencia artificial

Email :670

Códigos de poder

David Vallejo

El futuro de la narrativa audiovisual se juega hoy en un terreno inesperado: Showrunner, la plataforma de Fable Studio que algunos ya llaman “el Netflix de la IA”. La comparación es tentadora, aunque insuficiente. Netflix es un catálogo inmenso de historias producidas por grandes equipos y presupuestos millonarios; Showrunner es un laboratorio abierto, una especie de imprenta digital donde cualquiera puede convertirse en showrunner de su propia serie, con solo escribir un prompt. El espectador deja de ser pasivo y se vuelve creador, guionista, director y, sobre todo, distribuidor de su propio universo.

La clave disruptiva está en la distribución. Netflix concentra poder en manos de unos pocos que deciden qué se ve y qué se descarta. Showrunner propone un modelo inverso: cada episodio generado se suma al catálogo y se comparte en una comunidad viva, donde miles de micro-series nacen y circulan al mismo tiempo. Es un cambio radical de escala: en Hollywood, una temporada se gesta en años; aquí, un capítulo puede surgir en horas. La narrativa se democratiza y, con ello, aparece la posibilidad de que cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, encuentre su audiencia.

El corazón tecnológico está en los agentes de inteligencia artificial que dotan a cada personaje de comportamiento propio. No hablamos de marionetas rígidas, sino de entidades que reaccionan, dialogan, improvisan y hasta sorprenden a sus propios creadores. Este es el salto cualitativo: personajes como seres autónomos, listos para convivir con los de otros usuarios, crecer en universos compartidos y convertirse en propiedad intelectual comerciable. El paso lógico es que pronto exista un mercado interno: crear un personaje, licenciarlo, cobrar regalías cuando aparezca en series ajenas. El negocio ya no sería solo la suscripción a la plataforma, sino también el intercambio de estos “activos narrativos” creados por la comunidad.

El riesgo, claro, es la saturación de contenidos mediocres, las batallas legales por derechos de autor y la duda ética sobre qué significa “crear” en una era en la que los algoritmos hacen buena parte del trabajo. Pero la oportunidad es aún más grande: abrir la puerta a voces que jamás hubieran tenido espacio en la industria tradicional, experimentar con formatos, mezclar estilos y dejar que la inteligencia artificial nos devuelva el vértigo de lo impredecible.

Y mientras este nuevo canal de distribución se abre paso, la industria del cine también se sacude. El ejemplo más visible es Critterz, la película animada que prepara OpenAI junto con Vertigo Films y Native Foreign. Se estrenará en Cannes en 2026, con un presupuesto inferior a treinta millones de dólares y un tiempo de producción de apenas nueve meses. Un abismo frente a los cuatro años habituales en la animación. Critterz mezcla guionistas humanos (los mismos que participaron en Paddington in Peru) con modelos como DALL·E y GPT-5 para generar imágenes, voces y secuencias completas. Si cumple con lo prometido, marcará un antes y un después: además de hacer historia en el festival más prestigioso, también se confirmará que la inteligencia artificial puede sostener proyectos de gran escala en tiempos y costos impensables para la industria tradicional.

El destino de la narrativa audiovisual está claro: la inteligencia artificial llegó para convertirse en un nuevo canal de distribución global. En este escenario, Showrunner no es simplemente el Netflix de la IA. Es algo mucho más grande: la posibilidad de que cada persona tenga su propio canal, su propio elenco, su propio universo en constante expansión. Un territorio donde la imaginación ya no se mide en millones de dólares ni en burocracias de estudios, sino en la capacidad de escribir un prompt y dejar que la inteligencia artificial haga el resto.

El siglo XXI puede ser recordado como la época en que los grandes estudios perdieron el monopolio de la pantalla y la audiencia se convirtió en creadora.

¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA lo permite.

Placeres culposos: Mi placer musical más extremos Igorrr con su disco Amén. Brutal, pesado y extremo, no recomendado para aquellos de gustos musicales más tradicionales o finos y refinados.

Chiles en nogada para Greis y Alo.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Related Posts