Maribel Hastings
La semana pasada Donald Trump pareció tener una “revelación” cuando aceptó que su cruzada antiinmigrante de detenciones y deportaciones afecta industrias como la agricultura, la hostelería y los restaurantes. Habló de una “pausa” en las redadas para estos sectores, pero la supuesta intención no duró mucho.
ICE declaró que las redadas “siguen siendo una piedra angular de nuestros esfuerzos para salvaguardar la seguridad pública, la seguridad nacional y la estabilidad económica”.
Y es que nadie le creyó al presidente, primero porque es Trump y segundo, porque los operativos continuaron, por ejemplo, en comunidades agrícolas lo que implica que aunque no detengan a un trabajador en el mismo campo, pueden hacerlo en cualquier otra parte de su comunidad.
Además, Trump ordenó redoblar los esfuerzos de detenciones en ciudades y estados liderados por demócratas. Pretende perpetuar la falsedad de que los demócratas permiten a indocumentados votar y recibir beneficios públicos. Todo es parte de la campaña de desinformación que enmarca su guerra contra los inmigrantes.
Trump y su siniestro subdirector de política pública y asesor de seguridad nacional, Stephen Miller, anteponen la demagogia al bienestar económico del país ante el impacto que tendrían las deportaciones masivas.
La mano de obra indocumentada no es solamente vital en la agricultura, los hoteles y los restaurantes, sino en muchas otras industrias clave de nuestra economía como la construcción que se supone Trump conozca al dedillo, el cuidado de enfermos, niños y envejecientes, en todos los sectores de servicio y manufactura, incluyendo plantas procesadoras de carne, pollo, cerdo, por nombrar algunas.
Un análisis de los expertos Robert Lynch y Michael Ettlinger, para la Escuela de Política Pública Carsey de la Universidad de New Hampshire, encontró que de los aproximadamente 11 millones de indocumentados, 8 millones trabajan, lo que representa el 5% de la fuerza trabajadora estadounidense. Imagine lo que le ocurre a la economía al deportar al 5% de los trabajadores.
Otro análisis del American Immigration Council concluyó que “a nivel nacional, la deportación masiva expulsaría a 1.5 millones de trabajadores de la construcción y a 224,700 de la agricultura. Mientras tanto, cerca de un millón de trabajadores indocumentados del sector de la hostelería serían deportados; 870,400 de la industria manufacturera; 500,800 de los servicios generales, que incluyen cosas como reparación de automóviles, peluquerías y servicios de limpieza en seco; y 460,500 de los sectores del transporte y almacenes”.
Y las deportaciones masivas reducirían el producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos entre un 4.2% y un 6.8%, según el reporte. También disminuiría los ingresos fiscales para el gobierno. Sólo en 2022, los hogares de inmigrantes indocumentados pagaron 46,800 millones de dólares en impuestos federales y 29,300 millones de dólares en impuestos estatales y locales. Y contribuyeron 22,600 millones al Seguro Social y 5,700 millones a Medicare”.
Todas estas cifras sustentan una realidad: los indocumentados son parte intrínseca de nuestras vidas y de nuestra economía.
Los Ángeles, escenario de las protestas de los pasados días contra detenciones y deportaciones, es una de esas ciudades donde la marca de los inmigrantes es indeleble.
Guardo un lugar especial en mi corazón para California y Los Ángeles por lazos familiares y porque fue donde arrancó mi vida profesional en Estados Unidos. Fue también donde tuve mi primera experiencia con una vibrante comunidad inmigrante que celebraba que podía legalizarse con la amnistía de 1986 promulgada por el republicano Ronald Reagan.
Ahí conocí el tesón, la valentía, la ética de trabajo y el emprendimiento de los inmigrantes, con o sin documentos, que han sido y son la espina dorsal de una economía como la de California, la cuarta a nivel global. También lo son para el resto del país aunque Trump, que también se ha beneficiado de la mano de obra inmigrante, los tilde de “criminales” e “invasores”.
Trump sabe que la mano de obra indocumentada es importante. Pero tienen más peso la demagogia de Miller y su estrategia de usar la inmigración para desviar la atención del desastre que es su gobierno en diversos frentes.