EN SÍNTESIS
“Prefiero una prensa sin gobierno
que un gobierno sin prensa.”
— Thomas Jefferson
Vivimos una paradoja dolorosa: nunca hubo más acceso a la información, pero nunca fue tan frágil la libertad de prensa. Desde Nueva York hasta Budapest, desde Moscú hasta la Ciudad de México, los pilares del periodismo independiente tiemblan ante el avance del autoritarismo, el poder corporativo, y la violencia abierta. La pregunta ya no es si sobrevivirá el periodismo libre, sino si las democracias sobrevivirán sin él.
Desde 60 Minutes: el temblor en el corazón del periodismo
La veterana periodista Lesley Stahl, ícono del programa 60 Minutes, reveló recientemente que tanto ella como sus colegas consideraron renunciar en masa tras las presiones corporativas para suavizar la cobertura crítica hacia Donald Trump. La posible negociación entre CBS y el expresidente para evitar una demanda de $20 mil millones fue el catalizador. ¿El precio? La independencia periodística. Stahl advirtió que esto marca un antes y un después: los magnates ya no sólo financian los medios, también los usan como moneda de cambio. Detrás de esta urgencia por negociar con Trump, Stahl mencionó que estaba en juego una autorización gubernamental clave necesaria para concretar la venta de CBS y Paramount, lo que habría influido en las decisiones editoriales de alto nivel. La presión política y económica se entrelazó, poniendo en jaque la integridad del periodismo.
Medios en manos de millonarios: ¿guardianes de la verdad o verdugos silenciosos?
El fenómeno no es nuevo, pero se ha intensificado. Jeff Bezos controla The Washington Post; Rupert Murdoch dirige FOX News, símbolo de parcialidad ideológica; Patrick Soon-Shiong ha llevado al Los Ángeles Times a despidos masivos y crisis editorial. La pregunta es incómoda: ¿puede sobrevivir el periodismo cuando los dueños priorizan intereses económicos, políticos o personales?
El modelo Trump: criminalizar al periodista, canonizar la mentira
Durante su primer mandato, Donald Trump etiquetó a medios como NPR, CNN, PBS, y The New York Times como “enemigos del pueblo”. En su segundo mandato ha endurecido la ofensiva: presiona por desfinanciar medios públicos, amenaza a periodistas con demandas, y promueve redes de “guerrilleros digitales” que linchan mediáticamente a toda voz crítica. La libertad de prensa es ahora una trinchera sitiada.
La prensa bajo ataque: de Europa Oriental a Asia y América Latina
Hungría: Viktor Orbán convirtió el ecosistema mediático en una maquinaria propagandística. Más del 80% de los medios ya son afines al gobierno.
Rusia: El Kremlin persigue, envenena o encarcela a periodistas. Las redacciones críticas han sido cerradas, y escribir la verdad es un acto suicida.
China: No hay prensa libre. El control estatal es absoluto.
México: Es el país más letal del hemisferio occidental para el periodismo. Desde 2000, más de 160 periodistas han sido asesinados. En 2022 y 2023, el país superó a Ucrania en número de comunicadores muertos, a pesar de no estar en guerra. Muchos caen por denunciar corrupción, narcopolítica o violaciones de derechos humanos. Los gobiernos condenan los hechos, pero la impunidad es la regla.
¿Quién defiende a los periodistas?
En muchos países, el periodista no sólo enfrenta censura o despido: enfrenta la muerte. Reporteros sin Fronteras y el Comité para la Protección de Periodistas lo denuncian año con año: el ejercicio periodístico se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Y en muchas regiones del mundo, decir la verdad es casi una sentencia de muerte. La indiferencia social frente a estos crímenes es un síntoma más de una democracia enferma.
Redes sociales: valiosas, pero no sustituyen al periodismo
Aunque las redes sociales han democratizado la expresión y han servido para amplificar denuncias que antes eran silenciadas, no deben confundirse con periodismo independiente. No son su reemplazo ni su evolución natural, sino un campo distinto, muchas veces caótico.
Primero, porque la mayoría de los contenidos son producidos por personas sin formación periodística, sin compromiso con la veracidad ni con principios editoriales. Segundo, porque la inteligencia artificial y los algoritmos, guiados por clics y anhelos de hacerlos virales, distorsionan la relevancia de la información y amplifican desinformación sin filtros. Tercero, porque la ausencia de regulación efectiva ha convertido a las redes en terreno fértil para las fake news, la propaganda y las teorías conspirativas.
Además, los intereses comerciales de las grandes plataformas privilegian la polarización y el escándalo sobre el contexto y la profundidad. Y lo más preocupante: en muchos países, los gobiernos y grupos de poder han aprendido a manipular las redes para acallar el periodismo y desacreditar a los periodistas.
Las redes pueden ser aliadas del periodismo, pero nunca su reemplazo. La diferencia no está en el medio, sino en el método: el periodismo exige rigor, verificación y responsabilidad pública. En tiempos de confusión masiva, su valor es más necesario que nunca.
La prensa libre no es un lujo: es un bien público
Sin medios independientes no hay ciudadanía informada. Sin periodismo crítico, los abusos del poder se perpetúan. La libertad de prensa no es un favor del Estado ni una concesión del mercado: es una necesidad democrática. Protegerla es responsabilidad de todos, no sólo de los periodistas.
Conclusión:
¿Qué sucede cuando los periodistas se callan?
Lo que queda no es el silencio, sino el ruido ensordecedor de la propaganda, del miedo, del odio… y de una marea de voces no verificadas que se disfrazan de verdad. Si dejamos que el periodismo se venda, se calle o se mate, no lo reemplazará la libertad, sino la confusión. Hoy más que nunca, defender al periodismo no es un lujo: es una forma urgente de defendernos a nosotros mismos y a la democracia.
Contacto: alfredocuellar@me.com
Alfredo Cuéllar es académico, escritor y conferencista internacional. Ha sido profesor en Harvard y es creador de la disciplina Micropolítica.