Por José López Zamorano
Para La Red Hispana
El Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos suele ser un estallido de vida: calles llenas de música, colores y aromas que recuerdan que millones de latinos han dejado una huella imborrable en la historia de este país.
Cada año, del día 15 de septiembre al 15 de octubre, muchas ciudades grandes y pequeñas se visten de fiesta para honrar una herencia que respira en cada acorde de mariachi, de un grupo de salsa, en cada mural, en cada plato compartido.
Pero en 2025, el aire festivo se ha visto ensombrecido por otro tipo de operativo: el de las detenciones migratorias.
Durante los últimos meses, el incremento de redadas en barrios con alta presencia latina ha dejado una marca de miedo.
No solo se trata de estadísticas abstractas —miles de personas detenidas en centros de reclusión migratoria—, sino de vecinos que ya no están allí de un día para otro, familias detenidas en la madrugada y comunidades enteras que sienten que cada esquina puede esconder un riesgo.
Lo que antes eran actos de orgullo se han convertido en terreno delicado. Ciudades que solían organizar grandes conciertos y ferias callejeras redujeron el tamaño de los eventos, y algunas optaron directamente por cancelarlos.
El aire que se percibe es el de un temor profundo: que las mismas celebraciones, pensadas para unir, puedan convertirse en blancos de vigilancia y control.
No obstante, algunas comunidades decidieron llevar a cabo los festejos, como en el barrio mexicano de La Villita en Chicago, donde el gobierno federal desplegó en días pasados el operativo de contención migratoria Midway Blitz.
Decenas de miles de residentes de la Ciudad de los Vientos celebraron el Día de la Independencia de México. El slogan del festival fue “Orgullo y Poder: Nuestra Fortaleza y Nuestro Legado”. Los organizadores esperaban hasta 400,000 asistentes, pero la afluencia fue menor.
La pregunta que queda en el aire es qué significa celebrar en medio del miedo. Para algunos, es mejor esperar tiempos menos hostiles, proteger a las familias y evitar riesgos innecesarios.
Para otros, cancelar los festejos equivale a ceder terreno: la cultura se convierte entonces en un acto de afirmación política, en la insistencia de estar presentes aunque el contexto busque invisibilizar.
En este contexto, bailar, cantar, pintar o simplemente reunirse se vuelve un acto de afirmación política, una manera de decir “seguimos aquí”.
El Mes de la Herencia Hispana en 2025 revela, quizá más que nunca, esa paradójica condición de la experiencia latina en Estados Unidos: una mezcla de celebración, sacrificio y vulnerabilidad.
Mientras la música suena más bajo y los desfiles se acortan, la herencia sigue latiendo, incluso en silencio. Y ese latido, aunque menos vistoso, no deja de ser poderoso.