Códigos de poder
David Vallejo
México es nación antigua y reciente, hija del tiempo profundo y del instante fugaz, que se sabe raíz y semilla a la vez.
Aquí se inventó el cero, cifra humilde y prodigiosa con la que los mayas descifraron el abismo. El cero no es vacío, es comienzo. El cero es México: un país que sabe perderlo todo y empezar de nuevo, que después de guerras, temblores, invasiones y heridas, siempre encuentra la fuerza para reinventarse.
Nuestra historia no está escrita en mármol sino en maíz, ese grano que alimenta cuerpos y símbolos, que germina bajo la tierra oscura y asciende al sol como promesa. Somos un pueblo que convirtió la milpa en calendario y el calendario en filosofía; que supo ver en la espiral del caracol el eco del universo y en el canto del cenzontle la polifonía del alma.
México es Oaxaca en su Guelaguetza, donde la fiesta es ofrenda y comunidad. Es Yucatán, donde los cenotes guardan espejos del tiempo y las piedras mayas siguen dialogando con las estrellas. Es Michoacán en el vuelo de la mariposa monarca, Chiapas en la resistencia de sus montañas, Veracruz en el son que convierte al dolor en danza, Jalisco en el grito que se convierte en mariachi, y la Ciudad de México en ese caos que late como corazón desbordado del continente.
Nuestras tradiciones no son pasado, son futuro que se renueva. El Día de Muertos no es memoria, es filosofía de vida: la certeza de que la muerte no apaga lo que amamos. Nuestros altares son manifiestos íntimos, donde la flor, la fruta y la vela proclaman que el amor nunca muere. Así somos: capaces de hacer del duelo poesía y de la ausencia compañía.
México es joven porque nunca se resigna. Es joven porque sus hijos trabajan y sueñan como si el porvenir fuera un derecho ganado con sudor. Es joven porque la fe en la vida vence a la costumbre del cinismo. Un país donde un albañil recita a Sor Juana sin haberla leído, porque su lengua es herencia viva, y donde una mujer en Oaxaca borda en sus huipiles la geometría del cosmos.
Pero México también enfrenta su verdad más dura: desigualdad que hiere, violencia que arrebata, pobreza que limita, migración que desgarra familias. Y, sin embargo, en medio de cada fractura surge una respuesta: el joven que cruza mares de dificultad para estudiar; la comunidad que se organiza para defender el agua; el científico que inventa en Monterrey tecnologías que compiten con el mundo; la maestra rural que enseña bajo un techo de lámina como si cada lección fuera un acto de independencia.
El ingenio mexicano es más que astucia: es arte de sobrevivir con dignidad, de reír frente a la desgracia, de bailar en medio del luto. Nuestra cultura no se conforma con imitar, crea mundos: de la piedra al mural, del corrido al rock, del ritual indígena al cine que se atreve a mirar lo invisible. Somos una nación que inventa palabras como inventa caminos, que vuelve metáfora cada herida y fiesta cada victoria.
Septiembre nos convoca no para recordar cadenas rotas, sino para encender la certeza de que seguimos siendo capaces de todo. La independencia fue apenas el primer capítulo de una vocación más amplia: la de un pueblo que entrega la vida entera por un sueño, que defiende la tierra con las manos, que levanta escuelas con ladrillos de esperanza, que sale a las calles a salvar desconocidos tras un temblor.
México no es perfecto, y allí está su grandeza. Es un país inacabado, abierto, donde cada generación puede escribir la página que falta. Aquí el futuro no está detrás de una frontera ni al pie de un imperio: está en el corazón de un niño que aprende a sumar, en la paciencia de un campesino que espera la lluvia, en la voz de una madre que canta para que su hijo no tenga miedo.
Somos el país que inventó el cero y que se niega a ser reducido a nada. Somos la patria que a pesar de sus contradicciones ilumina con colores y asombra con su música. Somos un país joven con una sabiduría milenaria, un territorio que respira filosofía en cada piedra y poesía en cada esquina.
Y cada septiembre, bajo el replicar solemnes de las campanas, México vuelve a nacer.
¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA y el tequila lo permiten.
Playlist para la ocasión: México lindo y querido, Jorge Negrete; La Llorona, Chavela Vargas; El son de la negra, Mariachi Vargas de Tecalitlán; Amor eterno, Juan Gabriel; Cielito lindo, Pedro Infante; Un mundo raro, José Alfredo Jiménez; Cucurrucucú paloma, Lola Beltrán; México en la piel, Luis Miguel; Guadalajara, Guadalajara, Vicente Fernández; El mariachi loco, Mariachi Vargas de Tecalitlán; El Rey, José Alfredo Jiménez.
Pozole, tacos de trompo/pastor y agua de horchata para Greis y Alo. Tequila para la banda.